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domingo, 15 de octubre de 2017

El organillo que perdio el sentido.

La vida es como un viejo organillo, que cada día repite la misma rutina.  
Al principio la melodía
 suena entrañable, como a misterio escondido en cada muesca que rasga la púa. Anacrónico quizà, cautiva la nostalgia del momento, la frescura de quien oye por primera vez la música enlatada de otro tiempo.
Cuando al organillo se le deteriora la primera muesca, el sonido se transforma y se asemeja a una pieza cómica. Es parecido a la vida, cuando se pierde el sentido, cuando una muesca divide  el alma  y en  la hendidura queda detenido el impulso necesario para continuar creyendo en lo humano o lo divino, lo terrenal o lo fantástico.
Al final de su vida útil, el organillo, cansado y reparado  distorsiona el sonido en cada muesca hasta hacerlo casi irreconocible.
Igual que la vida que, aunque se rellenen las hendiduras, las grandes cicatrices impiden ver el sol, la luz, los árboles, las montañas. La ceguera derrite la ilusión.  Igual que el organillo  convierte en sonido cansado que arrastra las notas hasta el abismo, la vida, o la tarea de vivir transforma el fuego en cenizas, hasta que el hastío impide ver el amanecer de la noche, el mañana del hoy....

  

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