La abuela Inés.
La abuela Inés
vivía sola en
una casa de mi calle. Su hija y sus nietas hacía tiempo que se habían marchado
a vivir a la ciudad en busca de un futuro mejor. Era esa época en la que los
pueblos se quedaban vacíos y las ciudades se llenaban de gente. Los abuelos
eran los únicos que no se aventuraban a salir de su casa.
La abuela se
sentía acompañada por todos los vecinos de la calle. Si alguna mañana tardaba
en abrir la puerta para salir y barrer su trozo de acera, enseguida algún
vecino llamaba a su puerta para ver si estaba bien.
Por las tardes,
después de comer, se reunían varias vecinas en su casa para oír la radionovela,
como casi todas las personas mayores, la abuela Inés estaba un poco sorda y
ponía la radio muy alta por lo que no era necesario avisar a las demás vecinas
de que empezaba el serial, la música del encabezamiento las avisaba. Se ponían
todas alrededor de la mesa camilla, unas
hacían punto otras zurcían o ponían una pieza al mono de trabajo del marido, en
fin, ninguna estaba parada mientras oían la novela “Simplemente María” .La Vivian de tal manera que recuerdo oírlas hablar de alguien muy malo como si fuese un
personaje real, también lloraban a moco tendido las desdichas de la
protagonista y siempre, siempre impartían justicia a favor del bueno, en eso no
había lugar a dudas.
Un día mi vecino
y amigo Pablito que era un niño travieso como el solo y con “retranca” como
decía mi madre, pensó que las mujeres estaban demasiado entusiasmadas y él
demasiado aburrido. Decidió el solito que ese día no oirían la novela. Como
todas las puertas de las casas estaban abiertas, el se coló en casa de la
abuela Inés y desenchufó la radio. Cuando faltaban unos minutos para empezar,
la abuela empezó a darle vueltas al dial pensando que se había estropeado la radio,
en ese momento entró Pablito y le dijo que se había ido la luz y que no podrían
ver la novela, por supuesto se iban a perder el mejor capitulo de la temporada
!No se le ocurre a la luz otra cosa que irse! oí decir a la abuela muy
enfadada.
Al fin, cuando
el niño se hartó de hacer rabiar a las mujeres, enchufó la radio y salió a la
calle diciendo ¡¡¡abuela, abuela, que ha
venido la luz!!!!!
Alguien descubrió la broma y a mi vecino le dieron un buen castigo, aunque la
abuela siempre perdonaba las travesuras, incluso poco tiempo después nos dejaba
su casa para hacer guateques y la única condición que nos ponía era que no
cerráramos la puerta y que no pusiéramos la radio muy alta.
...y que no se fuera la luz
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