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domingo, 4 de septiembre de 2016

Mi amiga imaginaria.

De niña tuve una amiga imaginaria, oía decir que al ser hija única sentía  necesidad de otros niños ya que vivia rodeada y protegida por  demasiados adultos. Eso decían todos, pero mi realidad era otra; sobre todo, en aquellos veranos largos y tediosos apartada del mundo, en la casa de campo de mis abuelos.
Adela era real y ,como buena amiga, acudía a mi cada vez que la necesitaba.  En las interminables siestas de verano se acostaba a mi lado y me pedía que inventara historias para ella, yo lo hacia encantada, mi imaginación volaba y las palabras salían solas, después las escribía y las guardaba como un tesoro. Adela reía conmigo y volaba hasta donde mi imaginación la llevaba, igual podía ser una playa con una sirena que encantaba a los paseantes con su voz, que un bosque con diminutas criaturas que sólo nosotras podíamos ver.
Acababa la siesta y merendàbamos leche helada con bizcochos.
Con los años, y el empeño de los adultos Adela desapareció de mi vida. No antes de proporcionarme un gran éxito como escritora, mis obras las protagonizaba siempre una niña, Adela, sólo que cambiaba el nombre para que nadie reconociera a mi amiga "imaginaria".
Ahora, en mi incipiente vejez, siento como me pesa la vida y, sobre todo, la soledad.
Sin padres ya, sin marido, sin hijos y sin casi amigos, busco incesantemente a Adela.
Se que un día de estos volverá a tumbarse a mi lado a la hora de la siesta y me pedirá que le cuente una historia.
   

 


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