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martes, 7 de abril de 2015

Un reloj de arena.

Un reloj de arena.
El testimonio de Dionisio parecía de vital importancia. Tanto, que el jurado, el juez, el abogado y el fiscal creyeron que su declaración había sido concluyente.
Tenía un buen plan y aprovecharía hasta el último resquicio para que su amigo quedara libre y así, en un futuro cercano, poder repartirse el botín y realizar el sueño de su vida que no era otro que comprarse un reloj de arena en la tienda de la esquina de su casa donde vendían productos procedentes de decomiso.
El amigo salió absuelto, Dionisio y él fueron de inmediato a comprar el reloj. Lo desmontaron, extrajeron el contenido, lo vendieron y subidos en un avión camino del otro lado del mundo reían mientras descorchaban una botella de Moet Chandon.

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