la quiromante.
Hacía tanto tiempo
que mi vida no tenía sentido que no
deseaba vivir. Sólo me faltaba un poco de valencia o cobardía, según se mire, y
todo acabaría: Mis deudas, mis dudas, mi ex marido, el desamor ¡tanto desengaño! Que mi frágil equilibrio no soportaba ni un día
más.
Sólo la sonrisa de mis niñas me mantenía.
Aquella tarde, como otras, iba camino del colegio a recoger
a mis hijas, cabeza gacha y mirada perdida., como de costumbre. Una gitana me ofreció
romero y yo lo rechacé; quiso leerme la mano y yo, escéptica como era, le dije
que no tenía dinero, ella me dijo que no importaba, que había visto algo
especial en mi mirada y le gustaría averiguarlo.
Le ofrecí la mano burlona y ella me correspondió con una sonrisa
misteriosa diciéndome:
Vas a tener suerte en la vida, recibirás un dinero que no esperas, conocerás
a un hombre bueno que te acompañará el resto de tu vida y tus hijas recibieran
una invitación inesperada que les hará muy
felices.
Seguí caminando con una sonrisa en los labios por aquellas mentiras
piadosas. Cuando llegué al colegio la
mamá de otra niña se acercó a mí y me dio 20 euros “toma, por fin me he
acordado, me los prestaste hace dos meses y siempre se me olvidaba”. Empecé a reírme mientras me guardaba el
dinero.
A continuación se me acerca el padre de una amiga de mis hijas (un hombre
guapo a rabiar) y me dice si quiero
tomar un café mientras las niñas juegan en el parque. ¡No me lo podía creer! la
gitana tenía razón, todo había empezado a cumplirse, tal y como ella me la había
predicho.
En menos de media hora mi vida parecía estar dando un giro
total. No cabía en mi de tanta alegría, hasta me vi
guapa cuando entré al baño de la cafetería.
DE camino a casa, las niñas me dijeron que las habían invitado
a pasar un fin de semana en la casa de campo de una amiga. Ahora sí, esto era
real, la gitana era adivina, tenía que verla de nuevo, esto no podía quedar así,
necesitaba saber más, quizá a partir de ahora mi vida iba a cambiar. Ya no quería
morir, ahora me embargaba una curiosidad, un deseo enorme de saber mi futuro.
Llegué a casa, abrí la puerta y saqueé la cartera del bolso
para para guardar los 20 euros que me habían devuelto. Me volví
loca buscándola, no estaba, entonces pensé de nuevo en esa maldita
gitana.
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