El testimonio de Dionisio parecía de vital importancia. Tanto que el jurado, el juez, el abogado y el fiscal creyeron que su declaración había
sido concluyente.
Tenía un buen plan y aprovecharía hasta el último resquicio
para que su amigo quedara libre y así, en un futuro cercano, poder repartirse
el botín y realizar el sueño de su vida que no era otro que comprarse un reloj
de arena en la tienda de la esquina de su casa donde vendía. Productos procedentes de decomiso.
El amigo salió absuelto, Dionisio y él fueron de inmediato a
comprar el reloj. Lo desmontaron, extrajeron el contenido, lo vendieron y
subidos en un avión camino del otro lado del mundo reían mientras descorchaban
una botella de Moet Chandon.
Siempre me han parecido figuras tremendamente poéticas los relojes de arena, pero la fiesta que éste guarda es de órdago!!!
ResponderEliminarSiempre me han parecido figuras tremendamente poéticas los relojes de arena, pero la fiesta que éste guarda es de órdago!!!
ResponderEliminarEscribí el micro para un concurso y quise darle un aire diferente, al final no lo mandé, le dí una segunda oportunidad a los delincuentes, por listos jejej. Gracias por leerme.
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