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sábado, 21 de marzo de 2015

Emigración.

 
Mi madre me preparó una maleta pequeña y desvencijada, la única que había en casa.
Me sobró sitio después de guardar mis pocas pertenencias. Para llenar el vacío metí en ella unas cuantas ilusiones y otros tantos sueños, envueltos todos con la inocencia de una niña de apenas 15 años. Entonces, ya llena, la cerré y partí en busca de la libertad. 
Esa libertad que yo creía que me faltaba, por moverme en un pueblo pequeño y atrasado, donde solo huele a aire limpio. 
Desde el asiento trasero del autobús miré hacia atrás y una sensación extraña me invadió, mezcla de melancolía y algo indescifrable para mi. 
De fondo sonaba un bolero, mis ojos se llenaron de lágrimas y mi pueblo blanco que solo olía a aire puro se difuminó entre mis lágrimas y la distancia. 
Atrás quedaron los besos de mi primer amor, mi colegio, mis amigos, mi familia y algo muy parecido a la felicidad.

2 comentarios:

  1. Casi todos hemos abandonado la tierra mítica de la juventud y los sueños, pero a veces nos flota un olor o nos llueve un canción,,,

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  2. Y hemos dado la bienvenida al mundo de los adultos.

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