Mi madre me preparó una maleta pequeña y desvencijada, la única que había en casa.
Me sobró sitio después de guardar mis pocas pertenencias. Para llenar el vacío metí en ella unas cuantas ilusiones y otros tantos sueños, envueltos todos con la inocencia de una niña de apenas 15 años. Entonces, ya llena, la cerré y partí en busca de la libertad.
Esa libertad que yo creía que me faltaba, por moverme en un pueblo pequeño y atrasado, donde solo huele a aire limpio.
Desde el asiento trasero del autobús miré hacia atrás y una sensación extraña me invadió, mezcla de melancolía y algo indescifrable para mi.
De fondo sonaba un bolero, mis ojos se llenaron de lágrimas y mi pueblo blanco que solo olía a aire puro se difuminó entre mis lágrimas y la distancia.
Atrás quedaron los besos de mi primer amor, mi colegio, mis amigos, mi familia y algo muy parecido a la felicidad.
Me sobró sitio después de guardar mis pocas pertenencias. Para llenar el vacío metí en ella unas cuantas ilusiones y otros tantos sueños, envueltos todos con la inocencia de una niña de apenas 15 años. Entonces, ya llena, la cerré y partí en busca de la libertad.
Esa libertad que yo creía que me faltaba, por moverme en un pueblo pequeño y atrasado, donde solo huele a aire limpio.
Desde el asiento trasero del autobús miré hacia atrás y una sensación extraña me invadió, mezcla de melancolía y algo indescifrable para mi.
De fondo sonaba un bolero, mis ojos se llenaron de lágrimas y mi pueblo blanco que solo olía a aire puro se difuminó entre mis lágrimas y la distancia.
Atrás quedaron los besos de mi primer amor, mi colegio, mis amigos, mi familia y algo muy parecido a la felicidad.
Casi todos hemos abandonado la tierra mítica de la juventud y los sueños, pero a veces nos flota un olor o nos llueve un canción,,,
ResponderEliminarY hemos dado la bienvenida al mundo de los adultos.
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