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jueves, 12 de febrero de 2015



Este sería el último viernes de mi vida que  caminaría por la cuerda floja.

Diez largos años viajando de pueblo en pueblo, montando la cuerda de la torre de la iglesia al ayuntamiento , el silencio espeso de la gente mientras templo los nervios y miro al cielo y el estrés, han llegado a su fin.

A las seis de la tarde, como  anuncia el cartel, estará todo listo. Subiré a la torre, miraré al cielo pidiendo clemencia y posaré mis pies. Uno delante del otro, despacio, midiendo milímetro a milímetro la cuerda, concentrada, sin apenas respirar, con la miraba fija al frente llegaré hasta el otro extremo y cuando haga el camino de vuelta todo habrá acabado.

 

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