El chico miraba distraído al público
mientras su jefe, el prestidigitador,
hacía sus trucos de magia. Entre el número de la chistera y la
desaparición del conejo, se aburría hasta decir basta.
Aquel día estaba distraído con la
joven espectadora de la primera fila.
La chica lo miraba fascinada, él miraba sus
piernas perfectas, su pelo moreno y largo y
sus ojos verdes intensos, sus uñas largas y rojas, su peca en la mejilla
derecha y su sonrisa que se tornó carcajada cuando después del último truco el
chico desapareció.
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