Como muchas otras noches de mi vida, en
la oscuridad de mi habitación, ya dentro de la cama, me disponía a pensar si
había hecho lo que debía durante la jornada.
El malestar se apoderaba de mí hasta no
dejarme conciliar el sueño si percibía
que había hecho daño a alguien, si mi familia se sentía decepcionada por alguna
de mis acciones, siempre envuelta en un mar de dudas.
Otras noches, me desvelaba igualmente,
si por algún motivo tenía que defenderme de alguna situación incómoda. No
recordaba ni un día en mi vida que no sintiera que fallaba a alguien, incluso
cuando mis hijos eran pequeños y no reaccionaba a tiempo, me sentía culpable.
Una noche, dando vueltas en la cama, por
fin comprendí que hiciese lo que hiciese siempre habría alguien molesto conmigo
porque es imposible pretender gustar a todos.
Decidí ser yo misma y no depender de lo que otros pensaran de mi
conducta. Desde ese día duermo en los
brazos del único que siempre me abraza, Morfeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario