Datos personales

jueves, 9 de octubre de 2014


Un reino llamado hipocresía.

Había una vez, hace no mucho tiempo, un reino llamado hipocresía, en el que convivían en perfecta armonía la estupidez, los intereses creados ¡por dios!  La ambición etc., pero sobre todo la hipocresía, de ahí el nombre del reino.

Algunas personas, se convertían en santos y los subían a los altares de sus templos y los adoraban y hacían grandes dispendios en nombre de dios, ofreciendo sacrificios, exvotos etc.,  muy útiles para su pueblo.

Una vez llegó la noticia de que existía un reino salvaje en otro continente, donde los hombres  eran tan diferentes que hasta la piel era de otro color. Eran tratados peor que a los animales. Por el bienestar de algunos se saqueaban sus minas de oro, se explotaba las de diamantes y la riqueza que debía servirles de medio de vida, era trasladada a otros reinos donde los hombres eran más avanzados, más valiosos, más cultos, más ricos, más buenos, mas creyentes, más corruptos o, quizá igual de corruptos que sus propios gobernantes  y, seguramente  más, más........

Un día, una maldición en forma de enfermedad llegó hasta esas tierras salvajes y un hombre bueno de hipocresía  acudió en su ayuda, ¡no sólo de ayuda vive el hombre, sino también de evangelizar!

Y ese hombre bueno del reino de hipocresía era creyente y adoraba a dios, pero su dios no tuvo piedad y la enfermedad le atrapó. Pero el hombre bueno, generoso y creyente de hipocresía tenía  grandes ramificaciones en su país de origen. Fue por ello que se hizo un gran dispendio para salvarle la vida, una vida perdida de antemano ¡por dios, por el hombre, por mí!  Gritaba el hombre bueno  y generoso mientras era trasladado a su país de origen.

Las ramificaciones de su reino eran tan poderosas que no atendieron a las razones de los sabios y consejeros del país de hipocresía y trasladaron al hombre a su país. Al poco tiempo  murió y la gente se dio cuenta que era una muerte anunciada, pero eso no fue lo malo;  la enfermedad maldita se  contagió y propagó por todo el reino.

En nombre de dios, las ramificaciones cerraron la boca para no pronunciar ni una palabra más, los reyes del país se saltaron todas las normas, los súbditos, una vez más, presos del pánico empezaron difundir la noticia, pero los reyes repartieron grandes caramelos por todo el país y la gente quedó contenta y con la boca llena ya no pudieron protestar.

¿Qué dirá ahora la iglesia? se preguntaba  un súbdito del reino de hipocresía, pero la iglesia comía en sus ostentosos platos de oro y callaba, al fin y al cabo ¡a quién le importa la vida de unos salvajes negros si están lejos!, pero la maldición no conoce fronteras y los dioses pueden ser tan malévolos como el propio lucifer y llevarse por delante a negros y a blancos después,

 Este mismo habitante d hipocresía  no era capaz de comprender que un hombre bueno de dios no hubiera sido capaz de asumir que iba a morir y tener la generosidad de dejar la enfermedad apartada de sus paisanos, o quizá la decisión no fue suya y fue de sus superiores, la idea iba y venía de su cabeza.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario