La niña del fondo de la balsa.
La excursión llegaba al final.
Estaba tan cansada que me senté y el grupo siguió caminado. Me pareció
divertido ver como la niebla poco a poco cubría las montañas del fondo, los
árboles y a mis compañeros de excursión.
Cuando dejó de parecerme divertido ya no podía verlos.
No era posible que se hubieran
alejado tanto en unos minutos. Grité sus nombres uno a uno, pero no obtuve
respuesta. Pensé que me gastaban una broma, pero el tiempo pasaba y yo seguía
sola, sentada en aquella maldita piedra que nunca debió cruzarse en mi camino.
A lo lejos, donde había una balsa de
agua, que ahbía servido en otro tiempo de lavadero a los habitantes de una
casa, ahora en ruinas, me pareció oír un
ruido extraño y me acerqué al lugar de donde provenía. La visibilidad era peor
a cada momento que pasaba.
La niebla me impedía ver la balsa de
agua, pero me llegaba un extraño
reflejo.
Me senté en el murete que rodeaba la
balsa. Noté como el agua turbia se movía en remolinos, como si desde dentro,
algún tipo de fuerza la removiera, el vello se me puso de punta y el miedo se
apoderó de mí. De pronto oí como el llanto de una niña, me volví incrédula,
pero el llanto parecía venir del fondo de la balsa. Quizá, pensé, estaba
soñando, me pellizqué, salté, y de pronto todo el vello de mi cuerpo se erizó
al oír como un alarido de animal, pero con voz humana. El miedo me impedía
moverme, la niebla había desaparecido, un sol
espléndido lanzaba sus rayos sobre la balsa cuando de pronto saltó una
figura pequeña, era una niña que gritaba que estaba atrapada allí desde que construyeron
la balsa. Su pelo lacio caía mojado sobre su cara descarnada, sus ojos hundidos
y rodeados de grandes cercos morados sobresaltaban en su cara de nariz
carcomida y dientes pequeños que sobresalían en su boca sin labios. Su ropa
parecía de otro tiempo, igual que la muñeca que sujetaba con su mano derecha,
de porcelana, antigua y arrenda, igual que ella.
Entre estertores me dijo que debía
liberar su alma y descubrir su asesino.
Mientras tanto se hizo de noche y mi
miedo se convirtió en terror. Temblaba no sólo de miedo, también de frio. La balsa,
ahora en calma, desprendía un olor nauseabundo. La niña desapareció igual que había
salido y yo creí morirme en ese mismo momento.
Oí la voz de mis amigos lejana y
desesperada. No podía gritar, estaba paralizada, a cada intento de gritar que
estaba allí mismo, mi voz se quedaba en mi garganta y en su lugar salía de mi
un murmullo parecido a la voz de la niña.
Por fin, en uno de los intentos,
grité hasta que mis amigos me localizaron. Estaban nerviosos por haberme
perdido, pero reían entre ellos y me preguntaron si no conocía la leyenda de la
niña asesinada de la balsa.
Era una broma, no podía ser verdad,
yo no tenía ni idea. Me estaba volviendo loca o mis amigos se burlaban de mí.
El frio de la noche empezaba a
notarse, la luna apenas iluminaba y nuestras sombras se tornaban espejismos.
_ ¿Conocéis o no la leyenda de
aquella niña que asesinaron y enterraron en el fondo de la balsa?- dijo Luis,
sin atisbo de estar bromeando.
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