Escribo desde la cárcel.
Pertenezco a una ilustre familia de juristas, tenemos un serio problema
digno de estudio.
Cuando llega el momento de elegir carrera, tengamos o no vocación, un antepasado
nos abduce y acabamos estudiando
derecho.
Cuando llegó mi turno, al suspender un examen escrito de selectividad, algo
no funcionó y pude estudiar peluquería, pero lo oculté. Asistí de oyente a
clases de derecho para disimular y cuando me di cuenta estaba trabajando en el
despacho de mi familia, con un título falso que me consiguió un amigo jugador de una extraña liga de futbol. Sé que
no es legal, pero no pude elegir. Mi futuro no podía depender de un título que
jamás conseguiría.
Asistía a juicios largos y aburridos, donde lo único interesante era el
peinado de las señoras.
Se destapó mi estafa y hoy estoy feliz en la cárcel, de peluquero, alejado
de mi familia.
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