Desperté con la gargante
seca y la lengua pegada al paladar. Un sabor entre amargo y metálico invadía
mis papilas. Intenté abrir los ojos, pero no pude, el interior de mis párpados estaba
adherido a ellos.
Quise gritar, pero el
sonido se quedaba en la intención de salir de mis cuerdas vocales.
Probé a mover una mano,
una pesadez intensa me lo impedia.
Quizá con las piernas
tendría más suerte, pero no fue así, mi cerebro daba órdenes que mis miembros
no recibían.
Quizá, pensé, acababa de
morir, pero notaba los latidos de mi corazón, mis venas bombeaban la sangre, mi
cerebro funcionaba, nada me impedía pensar.
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