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sábado, 13 de septiembre de 2014

Solo el cerebro


Desperté con la gargante seca y la lengua pegada al paladar. Un sabor entre amargo y metálico invadía mis papilas. Intenté abrir los ojos, pero no pude, el interior de mis párpados estaba adherido a ellos.

Quise gritar, pero el sonido se quedaba en la intención de salir de mis cuerdas vocales.

Probé a mover una mano, una pesadez intensa me lo impedia.

Quizá con las piernas tendría más suerte, pero no fue así, mi cerebro daba órdenes que mis miembros no recibían.

Quizá, pensé, acababa de morir, pero notaba los latidos de mi corazón, mis venas bombeaban la sangre, mi cerebro funcionaba, nada me impedía pensar.

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