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domingo, 14 de septiembre de 2014

La batalla perdida



Como tantas veces había hecho de niño, me senté en el viejo sillón de papá con un libro entre las manos y empecé a leer. Repetí el gesto día tras día para intentar  transmitir a mis hijos el amor que mi padre me había inculcado por la lectura, pero veía, con tristeza, como el ordenador y la play iban ganándome terreno.

Un día me volví loco y escondí  todas las máquinas de jugar. Me llevé a los niños a una librería y pasamos la tarde eligiendo libros, al principio los niños leían, estaban contentos, con el tiempo  perdí la batalla.

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