Más que un interrogatorio aquello
parecía el club de la comedia y cuando el caso llegó al tribunal más de una
risa mal disimulada se escapó.
-Si señor juez, todo es cierto,
dijo el monaguillo ante la atenta y burlona mirada de los letrados el día del
juicio.
-Lo voy a repetir por última vez y
no quiero ni una risa ni el más mínimo comentario, ya estoy harto de tanta
burla.
Me comí la última sardina y salí
corriendo hasta la sacristía para asistir al cura en la que sería su última misa y no lo digo
por lo que pasó sino porque el párroco se jubilaba. Como no me había dado
tiempo de lavarme las manos, me las limpie en lo primero que pillé, con tan
mala pata que era la sotana que el cura se pondría después. Al momento de
ponérsela empezó a ponerse rojo y después morado, todo en segundos. ¿Cómo iba
yo a imaginar que el señor cura era alérgico a las sardinas ¿
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