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domingo, 14 de septiembre de 2014

Hace frio, mucho frio.


Hace frió, mucho frío  aunque el invierno aún no ha llegado.

Por la tarde, el cielo ha empezado a ponerse gris plomizo, ha oscurecido mas de lo normal y se ha hecho un silencio ya conocido, ese que se produce pocos minutos antes de que la nieve empiece a caer. Es como si el pueblo se volviera fantasma de pronto y los primeros copos de  nieve amortiguaran todos los sonidos.

Caen los primeros copos, oigo el silencio de la  nieve al caer y poco a poco una melodía invade el espacio.

Suena solo en mi cabeza, pero yo se que en la calle de arriba también se oye.

Un adolescente estudia a media tarde, sus manos heladas le llevan hasta la boca su bocadillo de chocolate, ¡hoy ha habido suerte! Porque no todos los días hay chocolate para merendar.

Las matemáticas son aburridas y fuera nieva, los copos empiezan a formar una fina capa sobre la calle de arriba y el chico no quiere estudiar, es demasiado aburrido, el sueña con salir y hundir sus largos dedos en la nieve que empieza a acumularse, hundir los dedos y hacer una bola de nieve para disparar en forma de proyectil al primero que se atreva a pasar por su puerta.

Hace frío, mucho frío y de pronto el chico nota que su cuerpo se estremece, no quiere estudiar, el frío le entumece las manos y  ya no le queda chocolate.

Ha pasado una hora y la calle de arriba la de abajo y las demás están cubiertas de  nieve, todo el pueblo aparece bajo una gruesa capa blanca.

No hay pisadas en la calle, nadie se ha atrevido a salir, parecen calles fantasmas.

El chico de la calle de arriba se levanta, se pone el abrigo y sale corriendo hacia la calle de abajo, las primeras pisadas llegan por fin,  ya no parece una calle fantasma. Los demás chicos han salido también, solo les faltaba que alguien por fin rompiera la monotonía.

Entre todos han hecho un gran muñeco de  nieve. El esfuerzo ha dado paso a las risas. Hace frío, mucho frío, las manos duelen, el abrigo es poco, pero los chicos ríen y  comparten inocentes las primeras miradas cómplices de la adolescencia que se acerca y hace que sus cuerpos sean cálidos a pesar del intenso frío.

 

 

 

 

 

 

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