No pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento
en el que vivió el mejor verano de su vida. Los recuerdos de aquel amor juvenil
volvieron intactos a golpear su memoria y, como cada verano, desde hacía más de quince, deseó volver a verlo.
Aquella tarde, por
fin, lo vio tumbado en la playa. El pulso se le disparó y el corazón le latió
desbocado. Él, al verla, desvío la mirada indiferente, como si nunca la hubiera
conocido. A ella se le llenaron los ojos de lágrimas porque el mejor recuerdo
de su adolescencia acababa de llevárselo la indiferencia.
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