“La vie en rose”
Mi vida carecía de sentido. Mi mundo se desmoronaba como un edificio en
ruinas, como las últimas hojas de un otoño tardío antes de una gran nevada.
Sólo me quedaba un propósito: visitar la tumba de la mujer que había
alimentado el mito durante toda mi vida.
Bajé del avión en Orly. Me instalé en un hotel de Paris y aprovechando que aún era pronto
busqué la entrada de metro y fui hasta el cementerio Père la Chaise. Sabía casi
de memoria el lugar que ocupaba la tumba de Édith Piaf.
Esperé a que no hubiera nadie, me
acerqué, le ofrecí unas violetas y me postré ante la tumba de la mujer que más
alegrías y tristezas me había hecho sentir. Acaricie el frio mármol de la tumba
y le canté “la vie en rose”.
Me alejé llorando por ella, por mí y por todas las personas que vivían
sin ilusión, aunque paradójicamente yo acababa de cumplir la única que me
quedaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario