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sábado, 26 de octubre de 2013

200


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El calor asfixiante de agosto daba una tregua al atardecer. Entonces sacábamos las guitarras y lo disponíamos todo para la velada  en la sierra después de la cena.

 Aquella noche apenas habíamos empezado a  cenar cuando alguien desde las cabañas vecinas, donde pasaban unos días un grupo de chicos deficientes, dio la voz de alarma. Lalo, uno de los chicos llevaba un buen rato desaparecido.

Pronto empezaron a venir personas de los alrededores, cincuenta, cien, llegaron casi 200 personas y pronto nos organizamos en grupos para buscar al chico; era preciso empezar cuanto antes.

Afortunadamente había luna llena, pero estábamos en medio de la sierra.

Divididos en grupos empezamos a hacer batidas por los pinares más cercanos, cogidos de la mano, unos al lado de otros caminábamos en silencio e íbamos llamando a Lalo. Después de la primea batida fuimos ampliando el circulo. Decidimos también entrar en la gran piscina que formaba el rio frente al campamento. El agua estaba helada, entramos en grupo y cogidos unos de la cintura de los otros fuimos rastreando con las piernas el fondo del rio, con el miedo de encontrar alguna sorpresa desagradable. Cada roca que pisábamos o cada objeto lo suficientemente grande como para pensar que podía ser Lalo nos ponía el bello de punta. Salidos por el otro extremo, ni rastro del chico, suspiramos aliviados al comprobar que no estaba allí.

Después de un rato penoso seguimos ampliando el circulo, la luz de la luna nos alumbraba perfectamente, pero las sombras a lo lejos no dejaban de torturarnos.

Al cabo de un rato llegaron las autoridades y nosotros pudimos descansar un rato por turnos. Fue una noche larga y fresca en la que empezamos a perder el ánimo.

Con las primeras luces del día empezamos a rastrear otros lugares cercanos como el desfiladero. Los prismáticos temblaban en nuestras manos, el miedo a encontrar a Lalo allí abajo se hacía insoportable, pero el chico no apareció ni ese día ni al siguiente.

Cuando habíamos perdido todas las esperanzas, apareció alguien gritando que lo habían encontrado y estaba bien. Nadie se explicaba como había soportado dos días sin comer ni beber con el calor que estaba haciendo. Aparicio acurrucado entre unas rocas a más de cinco kilómetros de la cabaña.

 

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