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El calor asfixiante de agosto daba una tregua al atardecer. Entonces sacábamos
las guitarras y lo disponíamos todo para la velada en la sierra después de la cena.
Aquella noche apenas habíamos empezado
a cenar cuando alguien desde las cabañas
vecinas, donde pasaban unos días un grupo de chicos deficientes, dio la voz de
alarma. Lalo, uno de los chicos llevaba un buen rato desaparecido.
Pronto empezaron a venir personas de los alrededores, cincuenta, cien,
llegaron casi 200 personas y pronto nos organizamos en grupos para buscar al
chico; era preciso empezar cuanto antes.
Afortunadamente había luna llena, pero estábamos en medio de la sierra.
Divididos en grupos empezamos a hacer batidas por los pinares más
cercanos, cogidos de la mano, unos al lado de otros caminábamos en silencio e íbamos
llamando a Lalo. Después de la primea batida fuimos ampliando el circulo. Decidimos
también entrar en la gran piscina que formaba el rio frente al campamento. El
agua estaba helada, entramos en grupo y cogidos unos de la cintura de los otros
fuimos rastreando con las piernas el fondo del rio, con el miedo de encontrar
alguna sorpresa desagradable. Cada roca que pisábamos o cada objeto lo
suficientemente grande como para pensar que podía ser Lalo nos ponía el bello
de punta. Salidos por el otro extremo, ni rastro del chico, suspiramos
aliviados al comprobar que no estaba allí.
Después de un rato penoso seguimos ampliando el circulo, la luz de la
luna nos alumbraba perfectamente, pero las sombras a lo lejos no dejaban de
torturarnos.
Al cabo de un rato llegaron las autoridades y nosotros pudimos descansar
un rato por turnos. Fue una noche larga y fresca en la que empezamos a perder
el ánimo.
Con las primeras luces del día empezamos a rastrear otros lugares
cercanos como el desfiladero. Los prismáticos temblaban en nuestras manos, el
miedo a encontrar a Lalo allí abajo se hacía insoportable, pero el chico no apareció
ni ese día ni al siguiente.
Cuando habíamos perdido todas las esperanzas, apareció alguien gritando
que lo habían encontrado y estaba bien. Nadie se explicaba como había soportado
dos días sin comer ni beber con el calor que estaba haciendo. Aparicio
acurrucado entre unas rocas a más de cinco kilómetros de la cabaña.
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