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jueves, 28 de octubre de 2010

EL TRANSPLANTE

Abro los ojos poco a poco, lentamente, algo ha debido pasarme, me siento raro.

Consigo despegarlos, miro a mí alrededor, estoy en un hospital o eso me parece, no recuerdo nada, no se como me llamo ni que hago aquí en esta cama de hospital. Me toco la cara y no reconozco los rasgos, no son los míos, voy subiendo la manos y al llegar a la cabeza noto que la cubre una venda.

¿Me habrán operado? O he perdido la razón, no lo se. Intento gritar pero el sonido que sale de mi garganta no es mi voz, definitivamente me he vuelto loco.

Un fuerte dolor de cabeza me presiona por dentro, parece como si algo quisiera salir y no encontrase la salida, el dolor se hace mas fuerte y me comprime el cerebro, de un momento a otro me explota la cabeza y acaba con esta pesadilla.

Me mareo o me duermo, no lo se cierto.

Sueño con personas que no conozco pero tienen rasgos familiares, vivo en una casa que nuca antes había visto y hago cosas que nunca he hecho, definitivamente estoy loco, pero ¿lo estoy de verdad o solo tengo una horrible pesadilla que cuando despierte me reiré? Abro los ojos pesada, lentamente despierto por fin ¡que alivio! Era una pesadilla. Una voz lejana me grita un nombre. Andrés, Andrés…… todo ha salido bien, al fin has despertado, has vuelto a la vida. No se quien es Andrés lo único que se es que he despertado y casi no me duele la cabeza.

Quiero dormir y volver a despertar para salir de la pesadilla.



Me quedo solo, intento levantarme y varios cables adheridos a mis venas me lo impiden, siento mareo, aguanto un poco y se va pasando, miro mis piernas y me doy cuenta de que mis músculos han desaparecido, ahora son como de persona mayor, mis pies también han cambiado, mi cuerpo, mi manos todo ha cambiado ¿ que me ha pasado? Acaso he estado en coma años y por eso no puedo reconocer mi cuerpo? El corazón empieza a latir con fuerza y siento angustia, voy a vomitar, tengo una opresión en el pecho que no me deja respirar, jadeo, me pongo nervioso, me quito las agujas que atraviesan mis venas y me levanto, doy un traspiés, recorro la habitación y llego a la ventana, abro la cortina y la luz me ciega, cierro los ojos y los voy abriendo poco a poco hasta que se acostumbran a la luz, frunzo el entrecejo para intentar ver mejor, por fin veo la calle, no reconozco nada, ni las tiendas ni los semáforos ni las ventanas del hospital, tampoco el nombre del hospital que llevo escrito en la bata.

Alguien se ha confundido y me ha traído a este hospital y me ha llamado Andrés ¡es todo tan extraño!

Entra una enfermera y me da un vaso con agua, bebo a pequeños sorbos y noto que el sabor de mi boca es diferente, tanbien el agua sabe rara, pero no digo nada, quizá si me he vuelto loco deba disimular para no destapar sospechas.

El agua me ha sentado bien, tenia la boca seca.

Entra otra enfermera, no se el tiempo que ha pasado, esta me ofrece un zumo y me dice que lo ha encargado especialmente para mi porque sabe que me gusta el zumo de manzana, tomo un sorbo y noto un sabor dulzón que me disgusta, me da asco, pero sigo bebiendo como si fuera uno de mis sabores preferidos, debo disimular.

He dormido toda la noche y al despertar estaba seguro de que no era una pesadilla, todo estaba ocurriendo de verdad, no me atrevo a preguntar. Callo y obedezco todo el tiempo.

Quiero verme en un espejo, quiero mirarme la cara para descubrir que es lo que me está pasando.

Me levanto, voy al baño en busca de mi imagen, pero no encuentro ningún espejo. Salgo corriendo, cruzo la pequeña habitación en segundos, tropiezo, me caigo y por fin me levanto y voy hasta la ventana, quiero mirarme en el cristal y ver mi cara. No hay un cristal trasparente, es granulado y por mas piruetas que hago no puedo ver mi imagen.

Mala suerte, por lo menos lo he intentado, debo disimular, no pediré ningún espejo, en algún momento alguien entrará con unas gafas o con un vaso donde pueda verme reflejado y podré dar un poco de sentido a esta locura

Alguien entra, es la enfermera, trae algo para comer, vuelve a decirme que es mi desayuno preferido, sonrío y tomo el yogurt como si fuera algo delicioso, cuando se da la vuelta lo escupo en una servilleta, pero debo seguir comiendo porque la chica no se va, está dispuesta a permanecer conmigo hasta que tome la última cucharada. Cuando por fin se va, salgo corriendo al lavabo y me enjuago la boca, no soporto comer cosas pastosas y menos el yogurt.

Así paso varios días hasta que me anuncian que viene a verme alguien de mi familia. Me pongo contento y pienso en mi madre, aunque si he pasado años en coma puede que mis padres ya no estén, quizá sea mi hermana pequeña ¡que alegría! Por fin podré ver a alguien familiar a quien poder contarle lo que me ha pasado, o, mejor que me lo cuenten ellos ami, podré decirle que me saque de aquí porque esta gente se confunde conmigo, seguro que mi hermana no me llama Andrés.

-Andrés, su mujer va a venir a verle dentro de unos minutos.

¿Pero que mujer si yo no estoy casado?

Todo se complica más y más, cada nuevo acontecimiento me confunde un poco más.

Se abre la puerta y veo entrar a una señora que puede ser mi madre, está llorando y grita el nombre de Andrés, yo callo y le sigo la corriente, se acerca, me da un beso en los labios y siento asco, acerca su boca a mi oído y me susurra que se ha puesto el perfume que a mi tanto me gusta, me parece cargante, fuerte , dulzón, todo menos agradable, suplico para mis adentros que no vuelva a besarme con eso labios arrugados y ese tintineo de pulseras que se produce cada vez que se mueve.

¿Porqué todo lo que ellos dicen que me gusta, me desagrada? ¿Tanto puede cambiar una persona que pasa años en coma o que se ha vuelto loca?

-Una sola respuesta, solo quiero eso, una respuesta, una señal, un aviso, una voz, un gesto, un olor o un sabor algo que yo pueda reconocer.

-Mañana vendrán tus hijos a verte, dijo la mujer y yo asentí con la cabeza, pues no tenía palabras para decirle que yo no tenía hijos.

-Lo mejor sería seguirles la corriente y esperar. Algún día saldría del hospital y por fin me miraría en un espejo y quizá así pudiera comprender algo.

Al día siguiente vinieron “mis hijos”, me abrazaron lloraron y por fin se fueron, alguno debía tener mi edad o quizá algún años mas.

Solo me quedaba esperar mi alta médica, no debía despintarme ni dejar que alguien sospechara.

Ya no me dolía la cabeza, pero había empezado a tener extrañas sensaciones, ahora eran diferentes, ya me había acostumbrado a los sabores y olores que me desagradaban, pero no podía pensar con claridad, de vez en cuando se me cruzaba una imagen, eran solo unos segundos, pero se me quedaban fijados y los recordaba durante el resto del día.

Eran como pequeñas corrientes eléctricas que hacían que me estremeciera y a la vez me daban miedo.

Pasa el tiempo y todo parece normal para ellos. Un mes dos meses y al tercero me dan la alta médica. Estuve a punto de meter la pata cuando una psicóloga me preguntó mi nombre completo. Balbucee y dije: Andrés aguado Martínez, había visto el nombre en los papeles de mi historial. No se porqué estuve a punto de decir Alejandro Fernández Marin, me vino a la cabeza ese nombre y supe que me era familiar, lo anoté mentalmente y sonreí.

Llegar a lo que todos decían que era mi casa fue complicado, pero aún lo fue más la bienvenida de todos aquellos vecinos cotillas que salieron a verme, más por curiosidad que por cariño , estaba seguro de ello, se les veía en los ojos , en la sonrisa maliciosa.

Empecé una vida nueva en una casa nueva y con una familia nueva.

Al principio fue difícil, pero todos se mostraban tan comprensivos que mi terror se fue convirtiendo poco a poco en miedo y este se fue diluyendo hasta estar casi cómodo en un cuerpo que no era el mío.

Solo me quedaba una prueba que sería para mi definitiva. Mirarme en un espejo, desde el día que llegué se empeñaron en que una enfermera debía estar a mi lado, ella me aseaba y me servía la comida, pero yo sabía que encontraría el momento para escapar al cuarto de baño y por fin mirarme al espejo, claro que debía estar solo por lo que pudiera pasar, por miedo a mi reacción.

Ese día llegó, las piernas me temblaban, sudaba copiosamente y un terrible dolor de cabeza me impedía pensar, se me secó la garganta y la tos hizo que la cabeza me doliera como si alguien me la estuviera taladrando. Decidido me levanté del sillón y fui hacía el cuarto de baño, encendí la luz y entré con los ojos cerrados, los abrí de golpe, valientemente, como el guerrero que se enfrenta a su enemigo.

Vi solo unos segundos la imagen en el espejo, no era yo, la persona que había al otro lado podía ser mi padre, estaba seguro de no ser tan mayor. Unos ojos oscuros me miraban desde el otro lado del espejo, una nariz fina apuntaba el suelo y una boca de labios gruesos decía palabras con una voz que yo no conocía. De pronto, todo quedó a oscuras y ya no pude ver nada. Me desperté en la cama y con un fuerte dolor de boca. Me dijeron que me había desmayado y fui a dar con la boca en el lavabo.

Ya no volvía a mirarme en el espejo, ahora cada vez que me quedaba solo buscaba información que me hiciera comprender mi locura o lo que me estaba pasando.

Busqué en Internet todas las noticias desde el día que me dijeron que entré en el hospital, pero nada , ni un indicio por donde empezar, no quería conformarme con esta nueva vida , tenía necesidad de averiguar cosas.

Pasaron varios meses y la respuesta no llegaba. Un día vino a verme un amigo que había estado fuera de la ciudad mucho tiempo, le pedí a mi nueva familia que me enseñaran algunas fotos, busqué algunas en las que reconocer mi nuevo cuerpo y encontré varias junto a mi amigo, el que venía a visitarme. Desarrollé mi instinto a marchas forzadas y sin apenas decir palabras, “mi familia” me contaba anécdotas con el amigo que vendría a verme y yo las memoricé para repetirlas en su presencia.

Pasé una tarde muy aburrida porque “mi amigo” contaba cosas que no me interesaban, hablaba de negocios de revistas de motores y yo me aburría hasta que empezó ha hablar de motos, me emocioné y creo que se notó demasiado porque mi amigo hizo gestos extraños y al final dijo algo que no entendí bien.

Estuve toda la noche pensando en las palabras de “mi amigo” me dijo algo así: ¿no será que has heredado algo de tu donante? ¿Pero que donante? ¿Qué me habían hecho?, el pánico se apoderó de mi y mi cerebro empezó a trabajar a marchas forzadas. Sucedió todo tan deprisa que no tuve tiempo de asimilarlo, pero algo estaba claro, mi cuerpo no se correspondía con mis pensamientos.

Esa noche soñé que iba a bordo de una potente moto, sentí una sensación conocida de libertad. La velocidad despejaba mi cabeza y el paisaje que se quedaba atrás era tan familiar que ya no tenía dudas. Era joven, me gustaban las motos y mi nombre era Alejandro.

Desperté sudando y aterrorizado, pero con la mente clara de que debía buscar para esclarecer por fin mi identidad.

Después de días enteros releyendo los periódicos, empezó a desanimarse, ninguna noticia fuera de lo normal le llamó la atención. Sus pensamientos avanzaban y retrocedían, le daba la sensación de ir subido un una atracción de feria de la que el no tenia el control.

Una mañana, después de casi un año en su nueva vida, empezó a leer uno de los diarios que tenía aguardando en el montón que un día se propuso leer. Vio la noticia por casualidad, las manos empezaron a temblarle tanto que casi no podía sostener el periódico, la vista se le nubló, pero al final lo vio, era su nombre y venía en letras grandes en la sección de sucesos, una foto de un chico joven ilustraba el articulo, ese chico era el y el suceso anunciaba su muerte en un accidente de moto.

Alejandro Fernández Marin muro el mismo día que a Andrés lo ingresaron en el hospital.

En el velatorio, el cadáver de Alejandro mostraba la cabeza cubierta con un gorro, debajo una cicatriz maquillada y disimulada le recorría la cabeza de parte a parte.




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