Cuando era niña padecía eso que ahora llaman déficit de atención. Entonces se desconocía el término y se achacaba a la torpeza, al ímpetu, a la poca paciencia de los niños, haciéndonos culpables de nuestro trastorno.
Me gustaba leer, pero no conseguia llegar al final sin pasar rápidamente las páginas centrales de los cuentos; mi objetivo, después de empezar, era llegar al final, mi paciencia no daba para más, me decían los adultos.
En ocasiones empezaba a leer los cuentos por el final, así no tenía que esperar y leer página tras página hasta el desenlace.
Iba de mal en peor. No era capaz de leer con atención el enunciado de los exámenes y, pese a pasar horas estudiando, nunca aprobaba. Claro está que, cuando estudiaba, leía sin poner atención, releía inútilmente una y otra vez pensando en otra cosa.
Mi madre me regañaba, la maestra decía que me distraía y yo......no comprendía lo que pasaba a mi alrededor. Deseaba que todo pasara deprisa delante de mi, incluso la vida, los años.
Ya de adulta comprendí que lo que me ocurría y decidí superar mi déficit.
Empecé con lo que más me gustaba, leer. Con los primeros libros no lo conseguí, pasaba de las primeras páginas al final, pero mi empeño fue tal que conseguí meterme de lleno en una novela policiaca. Una vez superada la mitad me di cuenta de que estaba enganchada entre las páginas centrales, una jota me detenía en la página que estaba leyendo, una D me anudaba mis manos para que no pasara las páginas, la M cegaba mis ojos cuando, leyendo, pensaba en otra cosa. Asi se confabularon las letras dentro de la novela, hasta que mi cabeza se puso en orden y pude acabar la lectura siguiendo el orden normal.
Ahora es un gran placer leer de principio a fin esas novelas policiacas que tanto me gustan, aunque.... a veces, las letras me atrapan y me retienen dentro de alguna.
Hoy os cuento esto desde la página 145, estoy atrapada en ella, pero no pienso saltarla hasta estar segura de haberla entendido .
Me gustaba leer, pero no conseguia llegar al final sin pasar rápidamente las páginas centrales de los cuentos; mi objetivo, después de empezar, era llegar al final, mi paciencia no daba para más, me decían los adultos.
En ocasiones empezaba a leer los cuentos por el final, así no tenía que esperar y leer página tras página hasta el desenlace.
Iba de mal en peor. No era capaz de leer con atención el enunciado de los exámenes y, pese a pasar horas estudiando, nunca aprobaba. Claro está que, cuando estudiaba, leía sin poner atención, releía inútilmente una y otra vez pensando en otra cosa.
Mi madre me regañaba, la maestra decía que me distraía y yo......no comprendía lo que pasaba a mi alrededor. Deseaba que todo pasara deprisa delante de mi, incluso la vida, los años.
Ya de adulta comprendí que lo que me ocurría y decidí superar mi déficit.
Empecé con lo que más me gustaba, leer. Con los primeros libros no lo conseguí, pasaba de las primeras páginas al final, pero mi empeño fue tal que conseguí meterme de lleno en una novela policiaca. Una vez superada la mitad me di cuenta de que estaba enganchada entre las páginas centrales, una jota me detenía en la página que estaba leyendo, una D me anudaba mis manos para que no pasara las páginas, la M cegaba mis ojos cuando, leyendo, pensaba en otra cosa. Asi se confabularon las letras dentro de la novela, hasta que mi cabeza se puso en orden y pude acabar la lectura siguiendo el orden normal.
Ahora es un gran placer leer de principio a fin esas novelas policiacas que tanto me gustan, aunque.... a veces, las letras me atrapan y me retienen dentro de alguna.
Hoy os cuento esto desde la página 145, estoy atrapada en ella, pero no pienso saltarla hasta estar segura de haberla entendido .
No hay comentarios:
Publicar un comentario