Me cansé de vivir. Cogí una silla, un bonito ramo de rosas amarillas, mis preferidas, el epitafio que tenia elegido para mi tumba y caminé hasta el cementerio con la firme idea de no volver.
Abrí el panteón familiar, olía fatal, las flores de plástico envueltas en polvo y telarañas daban un aspecto lúgubre, pero no me importaba, al fin y al cabo la muerte no huele bien, ni es bonita. En poco tiempo yo pasaría al otro lado y como odio las flores de plástico, las tiré y en su lugar puse mi bonito ramo amarillo. Coloqué mi nombre, mi epitafio y me senté a esperar.
Abrí el panteón familiar, olía fatal, las flores de plástico envueltas en polvo y telarañas daban un aspecto lúgubre, pero no me importaba, al fin y al cabo la muerte no huele bien, ni es bonita. En poco tiempo yo pasaría al otro lado y como odio las flores de plástico, las tiré y en su lugar puse mi bonito ramo amarillo. Coloqué mi nombre, mi epitafio y me senté a esperar.
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