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jueves, 23 de julio de 2015

Entre banbalinas.


Entre bambalinas.

La expulsión de un sonoro pedo, nada más entrar, retumbó en la sala y amenazó con arruinar su carrera.

Apelar a su vieja condición de radical alcohólico, de nada serviría, sería peor, pensó y no se disculpó. Miró al proscenio y las luces cegaron sus ojos.

Delante de un ciclorama, tan ecléctico como presuntuoso, se celebraba el juicio final. Se ajustó la toga, se puso las gafas, tomó la maza y  cerró el maletín. Alzó la cabeza y con una parsimonia infinita miró a los abogados,   después se dirigió a la sala:

-el juicio queda listo para sentencia- dijo, y volvió al camerino.

El público, en pie, se deshizo en aplausos. Nunca sabrían si  en realidad ese sonido grotesco era parte del guión.

 

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