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domingo, 1 de febrero de 2015


La mujer barbuda y las otras vidas.

Como todos los días del último mes, se levantó con la piel  de la cara irritada.

¡Hacía tanto calor! Que el  sudor le perlaba la frente y la barba se le pegaba a la piel.

Se rascaba con las uñas largas y desiguales. Lo hacía con tanta fricción que notaba puntitos de sangre entre la barba.

“Si pudiera coger unos días de vacaciones y afeitarme.....  Sería la mujer más feliz del mundo” decía la pobre rascándose a dos manos.

Al llegar la noche salía a la función junto al hombre bala, el enano saltarín y las gemelas siamesas. Entonces no podía rascarse, al contrario, tenía que poner buena cara, sonreír y mostrar su bonita barba con orgullo.

Vestidas de raso rosa sus generosas carnes, nada hacía sospechar que debajo de su barba se escondían varias vidas.

Cuando se bajaba el telón, la mujer se rascaba a dos manos, sin miramiento y desesperada.

Al día siguiente de la función dominical, la madre de las siamesas comunicó que las niñas tenían piojos.

 La mujer barbuda salió corriendo al baño, se puso delante del espejo, abrió sus largas y espesas barbas y pudo ver con claridad como esas otras vidas minúsculas correteaban entre su pelo.

 

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