La sangre sobre la nieve es
más roja. Repetía una y otra vez alfred asomado a su ventana. Con la
cara desencajada y un enorme cuchillo
entre las manos.
Bajó las escaleras de su casa
despacio, dejando un reguero de sangre a
su paso. Dos gruesas gotas de sudor resbalaban por su frente y a pesar del frió
su cuerpo, estaba desnudo. Cuando llegó a la calle se arrodilló, limpió el
cadáver de su mujer, lo vistió y encendió
varias velas alrededor del cuerpo. En ese momento empezó de nuevo a
nevar, los copos caían lentamente sobre la cara de la mujer, se iban
derritiendo pues el cuerpo de la mujer
aún estaba tibio, las velas se apagaban pero el volvía a
encenderlas.
_ “no quiero que pases frío mi
amor, la próxima vez que quieras volar te compraré unas bonitas alas”.
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