Llevo una hora buscando la salida del laberinto y cuando por
fin consigo salir me encuentro en medio de un yacimiento arqueológico, rodeado
de huesos humanos a medio enterrar. Alguien
grita que ya hay veredicto y que soy culpable, no entiendo nada, no se a qué se refiere ni que
triquiñuela está empleando para desquiciarme. Tengo mucho sueño, pero los
gritos no me dejan dormir.
Suena el teléfono y mi abogado dice que van a detenerme, que huya que salga
del país. Empiezo a sudar, la ropa se pega a mi cuerpo.
En medio de tanta confusión grito que yo no he sido, que yo
no he matado a toda esa gente, que llevan años muertos.
Una mano, desde mi espalda, me zarandea. Despierto bañado en
sudor, sentado en una butaca del cine de mi barrio, en la sesión golfa me he debido quedar dormido nada más
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