Se fue corriendo,
dejando el teléfono descolgado y la puerta de la casa abierta, con la mirada
perdida y una mueca de intenso dolor en su cara. Le bastó una sola palabra para saber lo que desde hace
tiempo intuía.
Ella sabía que si se iba a su casa a
descansar, ante la insistencia de todos sus familiares, no iba a tener la
oportunidad de darle un beso de despedida a su hijo pequeño, que, después de un
largo año de intensa lucha, la
enfermedad le había ganado la batalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario