Un escalofrío recorrió su cuerpo al oír la noticia en la
televisión. La niña de tres años, que
días atrás se precipitó por el balcón de su casa, acababa de morir.
Llamó a su hermano Pablo, uno de los mejores abogados de la
ciudad, le contó todo lo que había pasado y le dijo que el único testigo era la
abuela de la niña y que la señora padecía una alergia que le impedía ver bien.
No hagas ninguna declaración, fue lo primero que le dijo su
hermano.
El sabía perfectamente que
había soldado mal los barrotes del
balcón por donde se precipitó la niña, de nada iba a servir que su hermano le
aconsejara como debía ser su defensa. Iba a vivir el resto de su vida con la
muerte de esa criatura sobre sus espaldas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario