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viernes, 13 de septiembre de 2013

VIENDO PASAR LA VIDA.


                                                                          
Viendo pasar la vida.

 Me sentaba a ver pasar el tiempo y la vida. A esperar un futuro que cambiara todo aquello que me impedía avanzar y encontrar momentos de felicidad.

Mi vida, en el pasado, no había sido tal. Siempre esperando un momento mejor, un milagro quizá, un golpe de suerte o de magia que viniera de fuera, que entrara por la ventana, que rompiera mi barrera, Una  mano que me ayudara a deshacerme de mi talón de Aquiles: el miedo. 

 Así, desde mi asiento,  acurrucada en mi sillón, miro por la ventana. El tiempo pasa inexorable, la vida se escapa segundo a segundo, pero yo aún no lo sé. Unos vienen, otros van, ríen, lloran, aman, viven. Yo también deseo vivir, lo espero con resignación, inmóvil, desde mi sillón. 

Apenas  las agujas del reloj, los cambios de temperatura, los fenómenos atmosféricos delatan ese caminar somero del tiempo. Hoy hace frio, llueve, es invierno, quizá mañana la primavera traiga algo de cambio, algo de brisa templada, algún canto de pájaro, flores en el jardín, pero yo desde mi sillón no lo veré.

Después, imagino, vendrá el verano, abriré de nuevo la ventana y dejaré que la brisa entre y refresque la habitación, sabré que estoy en la canícula por el calor, desde mi ventana sólo eso podré notar.

Cada día lo mismo: Sentada,  esperando un futuro mejor que llega vacío, estéril.  Mientras, a mi alrededor, la vida pasa y pesa, pero yo sigo buscando desde mi  sillón, mirando por mi ventana.

El verano llegará a su fin, las hojas de los árboles empezaran a caerse, el bosque cambiará de color: desde el amarillo claro al marrón, pasando por toda la gama de verdes y ocres, pero desde mí sillón no podré verlo.

Y llegará de nuevo el inverno y con él  el frio. A mí me pillará sentada en mi sillón, acurrucada cerca de la ventana  esperaré a que pase el día, la noche, el mes, el  invierno, para que llegue la primera, el verano, el otoño y, otra vez el invierno.

Y seguiré esperando  que el futuro me sorprenda y todo cambie y me dé una tregua que me permita empezar a  soñar a vivir.

Un día, quizá, me levantaré, abriré la puerta y saldré de mi casa, abandonaré el nido que protege mi miedo y daré paso a mi libertad.

 Entonces veré  la luz, el sol, el bosque, los pájaros y la gente riendo, llorando, disfrutando. Notaré la brisa fresca de la primavera y la lluvia purificadora del otoño. Veré la vida en primera fila, pero quizá ya sea tarde, porque el futuro no existe, sólo desde el presente se puede  avanzar,  experimentar, reír y llorar, vivir, siempre vivir. 

 

 

 

 

 

 

 

 

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