Aquel verano me sentía la niña más feliz de todas, era la poseedora del cuento
más bonito de cuantos mis ojos infantiles habían visto nunca. Era un obsequio
traído desde lejos por una pariente materna. De esas que casi siempre aciertan
con los regalos. La
portada del cuento era un gran jardín rodeado de flores de muchos colores, en
el centro del jardín un columpio y encima del columpio una niña de época con un
vestido tan voluminoso como bonito, lo mejor de todo era el abanico que la niña
llevaba en sus manos. Yo podía ponérselo y quitárselo a mi antojo, era lo más
especial de mi cuento.
En
aquella época esos detalles no se veían a menudo.
Era la envidia de todas las niñas de mi calle.
Un día de primeros de Agosto llegó Inés, una antigua vecina y amiga que emigró a la ciudad poco después de fallecer su padre.
Era la envidia de todas las niñas de mi calle.
Un día de primeros de Agosto llegó Inés, una antigua vecina y amiga que emigró a la ciudad poco después de fallecer su padre.
Volvía cada verano con su familia a pasar las
vacaciones. Después del primer abrazo y los primeros comentarios, le ofrecí mi
tesoro de aquel verano. Mi cuento.
Los días fueron pasando entre juegos, peleas, siestas y el bochorno inconfundible del verano. Cuando se acercaba peligrosamente el fin de las vacaciones, empecé a preocuparme. Mi vecina no me devolvía el cuento.
Los días fueron pasando entre juegos, peleas, siestas y el bochorno inconfundible del verano. Cuando se acercaba peligrosamente el fin de las vacaciones, empecé a preocuparme. Mi vecina no me devolvía el cuento.
Un día la familia de mi amiga decide adelantar
el viaje de vuelta a casa.
Mi timidez, o mi prudencia no me permitían recordarle
que aún no me había devuelto mi cuento, me parecía una enorme descortesía.
Hice
un último intento por recobrarlo y se lo dije a mi madre, pero no hubo ningún apoyo, su respuesta fue
tajante: -la próxima vez cuidaras más tus cosas.
me sentí vulnerable ,
indefensa, infeliz.
Hice acopio de valor y venciendo todos los obstáculos le dije a mi amiga que no me había devuelto el cuento. Entró en su casa y seguidamente salio diciendo que su madre lo había guardado en la maleta creyendo que era de ella y que no pensaba deshacerla solo para eso ¿solo para eso? Pensé yo, era lo más importante para mí en esos instantes y tendría que esperar al año siguiente para recuperarlo.
MI MAMA ME MIMA. Pensé en esa frase que por entonces leíamos los niños al aprender nuestras primeras letras, supe de la injusticia de mi vida. Mi madre no supo, no quiso defender mi espacio, sentí su gran indiferencia ante un tema de máxima importancia para una niña poseedora de casi nada.
El cuento no volvió nunca a mis manos, aunque año tras año esperé sin decir nada a que alguien se diera cuenta que me pertenecía y que quería recuperarlo a toda consta.
Quedó finalmente en el olvido para siempre y para todos, menos para mí.
Mi mamá me ama
Yo amo a mi mamá
Mi mamá no me mimaba
Yo amo a mi mamá
Mi mamá no me mimaba
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