Diez años de pleitos complicados, de los cuales gané
la mayoría, no han sido suficiente para que sirvieran de disculpa en mi única y
mordaz falta, consistente en descubrir que mi defendido había mentido a todos,
hasta a mí, su abogado. Su mentira no era como la de los otros clientes, era
tan sucia que me impidió continuar con
su defensa y allí mismo, delante del juez, lo dejé al descubierto.
Me volví loco cuando vi las fotos de mi cliente
abrazando a un niño en actitud inequívoca.
Hay cosas que se pueden obviar, como una instancia
poco convencional de un pobre diablo que viene pidiendo ayuda al despacho y
otras que nunca deben permanecer ocultas.
El lunes siguiente a mi despido, recogí mis
pertenecías asqueado y me fui al pueblo
a cultivar mi huerto de remolacha, con la esperanza de encontrar un poco de paz y algo de verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario