Heredero universal.
¡Maldita herencia la
de mi tío abuelo!
Todo el mundo ha
soñado alguna vez con tener un tío rico en América y heredar a su muerte. Yo el
tío lo tenía, lo de la herencia es otra historia.
Ser abogado, en una familia donde varias generaciones de
varones lo son no es extraño, pero estudiar derecho sólo para complacer a mi
tío abuelo, con la esperanza de recibir su legado en mi cuarenta cumpleaños, eso sí tiene
mérito y más aún cuando dicho día llaman a la puerta de mi apartamento y me
encuentro, al otro lado, al tío abuelo Marcos calzado con una chancla de cada
color, una copa de campeón de parchís, llena de cava, en una mano y encendiendo un petardo con la otra; dispuesto
a compartir conmigo su extravagancia y
el resto de su vida, la herencia ni nombrarla.

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