Como buitres al olor del residuo de carne putrefacta, acudieron al entierro del tío Estanislao.
De luto riguroso, disimulando un dolor que no sentían y en un clima de júbilo que traicionada sus miradas,
cuando el sacerdote dijo podéis ir en paz, los sobrinos se frotaron las manos mientras el abogado albacea amigo del difunto sonreía maliciosamente pensando en la sorpresa que les aguardaba al abrir el testamento:
"Lego mis vienes a la fundación Ancianos en Soledad"
-Podeis respirar hondo antes de seguir- dijo el abogado.
" La casa del pueblo os la dejo para que paseis el verano juntos, con una condición: que me visitéis a diario, no os preocupeis, he dejado una buena cantidad para una persona de confianza os acompañe y sea testigo.
-¡Eso no es sostenible, ni justo, ni legal¡ gritó el portavoz de la familia al abogado. ¡Impugnaremos el testamento, que se pronuncie la justicia!.
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