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sábado, 29 de noviembre de 2014

A BOCAJARRO


La maestra le repetía a diario que debía resumir.  El aprendió a comerse las palabras. Cada día los textos y las frases eran más cortas,  hasta que, después de un atracón intentó vomitarlas  todas, a bocajarro, pero la boca del jarro era tan estrecha que no había suficiente abertura y tuvo que retenerlas hasta que un golpe de suerte le lanzó al estrellato  literario y desaprendió  a comérselas. Ahora escribía textos extensos, sin omitir ni una palabra, incluso se permitía inventar algún término.  

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