Maleles
se levantó temprano, le dio el biberón a su bebé, lo abrigó todo lo bien que
pudo, lo introdujo entre la suave manta del carrito y se dispuso
a salir a la calle.
Mientras
esperaba el ascensor, arrebujaba bien al bebé dentro del carrito. Se acercaba
el invierno y hacia un frio infernal. Salió del ascensor donde coincidió con un
vecino al que le pido que le ayudara a bajar las siete escaleras que separaban
el patio de la entrada de la casa . El vecino, resignado, cogió de la parte de atrás del
carrito y le ayudó a bajar.
-Gracias
señor Pedro, dijo Maleles.
-De
nada preciosa, que tengas un buen día, ah y abriga bien a tu bebé que hoy hace
mucho frio, dijo el vecino.
Bajó la capota del carrito y le mostró al
vecino cómo de abrigado lo llevaba.
Pasó
por delante de la farmacia donde le dieron unas muestras de leche y papilla,
después pasó por la frutería y el frutero le dio unas mandarinas para que le
hiciera un zumo al niño.
Todos
los vecinos del barrio conocían a Maleles
y su pasión por la maternidad, por eso agasajaban al niño y si no lo hacían,
ella les invitaba a hacerlo.
-Ha
visto a mi bebé hoy, Señora Manuela?
-Perdona
Maleles, no te había visto, ya veo que hoy lo llevas vestido de azul y ese
color le sienta muy bien, acuérdate de pasar por mi casa una de estas tardes
que le voy a tejer un jersey azul que resalte aún más esos bonitos ojos que
tiene tu bebé.
Sonreía pícara porque sabía que su bebé era el
más guapo del barrio, pues todos los vecinos se lo decían.
El
tiempo pasaba y el bebé parecía no crecer nunca, pero a Maleles no le importaba, ella era feliz
teniendo cerca su pequeño tesoro.
Por las
noches, antes de acostarlo en su pequeña cuna, preparaba un biberón con agua y
el diminuto chupete, revisaba varias veces los anclajes de la cuna para impedir
las caídas, encendía la luz indirecta que salía de una lamparilla mágica que tenía
en la mesilla de noche y un mundo de lunas y estrellas azules daba vueltas
alrededor del techo, entonces daba cuerda al musical y el bebé y ella se
quedaban dormidos al soniquete de:
“Duérmete
chiquitín cierra bien tus ojitos que mamá cuidará que tu sueño sea feliz”…….y
el sueño de la chica y el bebé era feliz, dormían toda la noche plácidamente.
Al día
siguiente, Maleles se levantaba y su primera tarea era observar al bebé, si
todo estaba correcto, iba al baño y
después preparaba los accesorios para
alimentarlo. Lo vestía, lo arrebujaba en el carrito y salía a la calle, como
cada mañana. Los días y las noches se sucedían iguales como en un ritual ingenuo y banal.
Hasta
que un día los padres de la chica se hicieron mayores y en poco tiempo murieron
los dos. Una inoportuna mudanza acabó con su felicidad.
En su
nuevo barrio nadie conocía a su bebé, ni a ella y cuando, por las mañanas, salía
a la calle nadie le decía lo guapo que era, ni le ayudaba a subir o bajar las
escaleras, ni el farmacéutico le daba muestras de leche, ni el frutero le ofrecía
unas naranjas para que le hiciera un zumo a su niño. En el nuevo barrio Maleles
era tan infeliz, tan incomprendida que tenía que llamar la atención de los
vecinos. Gritaba para que miraran dentro
del carrito y le dijeran cosas bonitas a su bebé, pero ellos la miraban como
una extraña que era y no decían nada, algunos volvían la cabeza burlones y muertos de risa, pero sin hacer
caso a los ruegos de Maleles.
-Aprendió
a salir a la calle y gritar al primero que pasaba para decirle que había sido
mamá, que había tenido un bebé esa misma
noche.
Los habitantes de aquel barrio no eran como
los del suyo, donde había nacido y crecido, donde todos la conocían y sabían que
había sido mamá, que su bebé tenía los
ojos azules más bonitos que nadie había visto jamás, era el más guapo de todos
y ella la más atenta de las madres.
Una
mañana, mientras Maleles gritaba a los paseantes que miraran a su bebé, alguien
del barrio se acercó y le dijo con voz socarrona:
_ ¿No
crees que eres demasiado mayor para jugar con muñecas?
La
chica se quedó muda, no podía comprender la maldad de la gente de aquel barrio,
ni la ignorancia de algunas personas al pensar que su bebé era un muñeco.
Ese día decidió que no quería vivir en aquel
lugar, hizo varios intentos de mudarse de
nuevo, pero eso ya no era posible, entonces decidió dejar de hablar a los vecinos
de aquel barrio de gente tan malvado y desde entonces enmudeció para todos
menos para su bebé al que seguía cuidando como cualquier otra madre del mundo.
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