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domingo, 15 de diciembre de 2013

Unos ojos azules.


 

 

Maleles se levantó temprano, le dio el biberón a su bebé, lo abrigó todo lo bien que pudo, lo introdujo entre la suave manta del carrito  y  se dispuso a salir a la calle.  

Mientras esperaba el ascensor, arrebujaba bien al bebé dentro del carrito. Se acercaba el invierno  y hacia un frio infernal.  Salió del ascensor donde coincidió con un vecino al que le pido que le ayudara a bajar las siete escaleras que separaban el patio de la entrada de la casa . El vecino,  resignado, cogió de la parte de atrás del carrito y le ayudó a bajar.

-Gracias señor Pedro, dijo Maleles.

-De nada preciosa, que tengas un buen día, ah y abriga bien a tu bebé que hoy hace mucho frio, dijo el vecino.

 Bajó la capota del carrito y le mostró al vecino cómo de abrigado lo llevaba.

Pasó por delante de la farmacia donde le dieron unas muestras de leche y papilla, después pasó por la frutería y el frutero le dio unas mandarinas para que le hiciera un zumo al niño.

Todos los vecinos del barrio conocían a Maleles  y su pasión por la maternidad, por eso agasajaban al niño y si no lo hacían, ella les invitaba a hacerlo.

-Ha visto a mi bebé hoy, Señora Manuela?

-Perdona Maleles, no te había visto, ya veo que hoy lo llevas vestido de azul y ese color le sienta muy bien, acuérdate de pasar por mi casa una de estas tardes que le voy a tejer un jersey azul que resalte aún más esos bonitos ojos que tiene tu bebé.

 Sonreía pícara porque sabía que su bebé era el más guapo del barrio, pues todos los vecinos se lo decían.

El tiempo pasaba y el bebé parecía no crecer nunca, pero a  Maleles no le importaba, ella era feliz teniendo cerca su pequeño tesoro.

Por las noches, antes de acostarlo en su pequeña cuna, preparaba un biberón con agua y el diminuto chupete, revisaba varias veces los anclajes de la cuna para impedir las caídas, encendía la luz indirecta que salía de una lamparilla mágica que tenía en la mesilla de noche y un mundo de lunas y estrellas azules daba vueltas alrededor del techo, entonces daba cuerda al musical y el bebé y ella se quedaban dormidos al soniquete de:

“Duérmete chiquitín cierra bien tus ojitos que mamá cuidará que tu sueño sea feliz”…….y el sueño de la chica y el bebé era feliz, dormían toda la noche plácidamente.

Al día siguiente, Maleles se levantaba y su primera tarea era observar al bebé, si todo estaba correcto,  iba al baño y después preparaba  los accesorios para alimentarlo. Lo vestía, lo arrebujaba en el carrito y salía a la calle, como cada mañana. Los días y las noches se sucedían  iguales como en un ritual ingenuo y banal.

Hasta que un día los padres de la chica se hicieron mayores y en poco tiempo murieron los dos. Una inoportuna mudanza acabó con su felicidad.

En su nuevo barrio nadie conocía a su bebé, ni a ella y cuando, por las mañanas, salía a la calle nadie le decía lo guapo que era, ni le ayudaba a subir o bajar las escaleras, ni el farmacéutico le daba muestras de leche, ni el frutero le ofrecía unas naranjas para que le hiciera un zumo a su niño. En el nuevo barrio Maleles era tan infeliz, tan incomprendida que tenía que llamar la atención de los vecinos.  Gritaba para que miraran dentro del carrito y le dijeran cosas bonitas a su bebé, pero ellos la miraban como una extraña que era y no decían nada, algunos volvían la cabeza  burlones y muertos de risa, pero sin hacer caso a los ruegos de Maleles.  

-Aprendió a salir a la calle y gritar al primero que pasaba para decirle que había sido mamá, que había tenido un bebé esa  misma noche.

 Los habitantes de aquel barrio no eran como los del suyo, donde había nacido y crecido, donde todos la conocían y sabían que había sido mamá, que su bebé  tenía los ojos azules más bonitos que nadie había visto jamás, era el más guapo de todos y ella la más atenta de las madres.

Una mañana, mientras Maleles gritaba a los paseantes que miraran a su bebé, alguien del barrio se acercó y le dijo con voz socarrona:

_ ¿No crees que eres demasiado mayor para jugar con muñecas?

La chica se quedó muda, no podía comprender la maldad de la gente de aquel barrio, ni la ignorancia de algunas personas al pensar que su bebé era un muñeco.

 Ese día decidió que no quería vivir en aquel lugar,  hizo varios intentos de mudarse de nuevo, pero eso ya no era posible, entonces decidió dejar de hablar a los vecinos de aquel barrio de gente tan malvado y desde entonces enmudeció para todos menos para su bebé al que seguía cuidando como cualquier otra madre del mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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