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jueves, 6 de junio de 2013

En brazos de Morfeo.


 

Otra noche en vela, la misma sensación, idéntica angustia.
Quiero dormir y pasar unas horas fuera del  infierno, pero el sueño no llega y la presión en el pecho es cada vez mayor, las horas se suceden vacías. Al amanecer, un sueño arrebatado me lleva hasta un lugar delicioso del que no quisiera regresar.
Despierto, no recuerdo, sonrío, apenas unos segundos, después todo vuelve.
Me levanto arrastrando la angustia, no quiero salir de la cama, me quedaría aquí, protegida del mundo exterior, pero sé que un día  vendrán, entonces no tendré cama en la que desvelarme ni techo con el que cubrirme. Quizá lo peor sea la incertidumbre, me gustaría ponerle fin, pero soy cobarde.

Un nudo enrevesado  atraviesa mi garganta, apenas me queda un pequeño espacio para respirar.

Reniego de la sociedad, de mí, de todo. Deseo morir para calmar esta fiera que me corroe,  para dejar de sentir  vacío y aliviarme.
Ayer compré mi solución en la farmacia. Sólo queda esperar.
 La carta llega, me quitan mi casa.

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